Enrique Dans nos alerta sobre algunos estudios en relación con los niños y la tecnología en los que se recogen los terribles efectos de las pantallas sobre este sector de la población.
Mi opinión respecto a los niños y la tecnología es muy coincidente con la del conocido divulgador Enrique Dans. El sentido común, por el momento, está por encima de todo. Hoy comparto su alerta sobre algunos informes en relación con los niños y la tecnología en los que se destacan los terribles efectos de las pantallas sobre este sector de la población.
Dans advierte que muchos titulares y recomendaciones están basados en estudios mal hechos. Y que las correlaciones que apuntan no son ciertas. Las pantallas no son malas para el desarrollo del cerebro de nadie. Por supuesto, siempre y cuando se haga un uso controlado de ellas. Pero la demonización de los dispositivos y del tiempo de uso es, sencillamente, injustificada.
Un meta-estudio recientemente publicado en Nature viene a demostrar que los análisis previos estaban mal hechos, repletos de falsos positivos y de resultados erróneos. Y, al parecer, fueron publicados porque son muchos los que quieren crees sus incorrectas conclusiones. Hay estudios en los que se han manipulado los datos hasta conseguir que mostrasen unas correlaciones que, en realidad, no existían. La relación entre tiempo de uso de dispositivos y el bienestar de los niños es insignificante.
El uso de dispositivos en unas circunstancias normales no genera ningún problema significativo. No reclama ningún tipo de medidas de alerta más allá de las que dicta el sentido común. Y no es responsable de ninguno de los problemas de ansiedad o depresión con los que muchos pretenden relacionarlo. Por supuesto todo el mundo es libre de creer lo que quiera. Pero que quede claro que la ciencia no avala esas conclusiones.
El uso de dispositivos por parte de los niños es malo si ello evita que hagan otras cosas saludables. Como, por ejemplo, jugar sólo o con otros niños. O si se convierte en algo que interfiere con sus relaciones familiares, por cita otro ejemplo.
Si un niño no suelta el teléfono o la tablet, no tiene un problema de adicción. Tiene un problema de educación. Y el responsable de ese problema no es el dispositivo, sino la persona que no está educando a ese niño. Escudarse en que “los dispositivos son adictivos” o en que “las empresas los hacen demasiado atractivos” es una mala excusa. Los niños pueden utilizar sus dispositivos digitales con sentido común. Además, será la base de su preparación para un futuro en el que van a estar rodeados de dispositivos, se dediquen a lo que se dediquen.