Fomentar la lectura es importante. Pero para desarrollar un itinerario lector enriquecedor hay que trabajar la compresión lectora. Hoy compartimos algunas claves de cómo afianzar la comprensión lectora de niños y jóvenes.
Recientemente hemos visto algunas ideas para compartir lecturas una vez que los niños aprenden a leer de forma autónoma. Leer y compartir lecturas son, en sí mismos, actos valiosos para promover el hábito lector y el gusto por la lectura. Pero para que niños y jóvenes crezcan como lectores hay que trabajar su compresión de lo leído. Así, hoy compartimos algunas claves de cómo afianzar la compresión lectora en casa o en el aula.
Ofrecerles lecturas variadas
La mayoría de las estanterías de las bibliotecas familiares y de aula están pobladas por obras de ficción en papel. Pues bien, para desarrollar la compresión, los lectores se tienen que enfrentar a distintos tipos de texto en diferentes formatos y soportes.
Las obras de ficción para público infantil responden, en gran medida, a un mismo esquema: el del texto narrativo (planteamiento-nudo-desenlace). Las obras de no ficción, en cambio, adoptan distintos tipos de estructura dependiendo del tipo de texto: expositivo, argumentativo…
También en el caso del formato se plantean diferencias que constituyen retos para el lector: los hipervínculos, por ejemplo. Pues bien, familiarizarse con lecturas diversas desde las primeras edades puede favorecer el desarrollo de la comprensión lectora.
Hacerles preguntas sobre la lectura
En este caso, a diferencia de las propuestas que compartíamos hace unos días para promover la conversación en torno a la lectura, las preguntas deben ir enfocadas a detectar si han entendido lo que han leído. Podemos hacerles preguntas concretas cuyas respuestas aparecen de forma literal en el texto. Del tipo: ¿De qué color es la caperuza de Caperucita?
Sin embargo, es más recomendable ir un poco más allá, para tocar niveles de comprensión más profundos. Y hacerles preguntas que requieran que hagan una deducción, que lleguen a alguna conclusión, por ejemplo. Del tipo: ¿Crees que Caperucita Roja es buena persona? Para responderlas necesitarán entender bien lo que han leído e, incluso, relacionarlo con informaciones o conocimientos previos. Por ejemplo, inferir que la respuesta a la pregunta es «Sí» porque ayuda a su madre, es considerada con el lobo…
Y, finalmente, podemos hacerles preguntas que los ayuden a valorar su compresión lectora, a identificar el momento en el que han perdido el hilo. Así podrán retroceder en su lectura y recuperar el sentido de una forma cada vez más ágil. Por supuesto, siempre hay que tener presente que las preguntas estén vinculadas a la compresión del texto, las que no lo estén no nos interesan en este sentido. Por ejemplo, ¿te ha gustado el cuento?
Si una vez aplicadas estas ideas, los niños siguen presentando problemas de compresión, habremos de enseñarles estrategias concretas. Pero esto lo podemos comentar otro día para seguir profundizando en cómo afianzar la compresión lectora. En cualquier caso, la base de la compresión lectora es el lenguaje oral, así que con tanta pregunta como os proponemos, seguro estaremos dando pasos firmes.