¿El hecho de que el acto de compartir lecturas digitales en las primeras edades sea diferente al de compartir lecturas en papel significa que uno es mejor que otro? ¿O viceversa? No lo creo.
Diferente no es ni mejor ni peor, es diferente. Esta es la conclusión que viene a mi mente cuando leo informes en los que se analizan las prácticas de lectura compartida en las primeras edades que concluyen que el hecho de que compartir lecturas digitales sea diferente a compartir lecturas en papel significa que la experiencia es peor. No, ladies and gentleman, es diferente, no peor.
Según el equipo que ha realizado la investigación aludida (que, por cierto, publica la American Academy of Pediatrics; lo digo porque esta institución muestra una aversión un tanto irracional a las pantallas), estas diferencias implican que se debe continuar promoviendo la lectura de libros. Especialmente, en las primeras edades. Pues por supuesto que se debe. Pero es igual de interesante promover experiencias positivas en torno a la lectura digital.
El consumo creciente de contenidos digitales desde edades cada vez más tempranas es un hecho. Y se ha de asumir y contribuir a la formación de los mediadores, en especial de las familias, para que redunde en un beneficio de los lectores, ¿no os parece? Para que proporcionen a los prelectores lecturas digitales de calidad. Para que compartan con ellos la lectura (versus «enchufarlos» a un dispositivo). Y, por tanto, se favorezcan experiencias de lectura compartida que contribuyan a formar lectores del siglo XXI.
El soporte no es la clave en relación con los niños y la lectura. La clave es la lectura compartida.
La lectura compartida resulta clave para motivar el interés por la lectura. Y para contribuir a la formación desde las primeras edades. Este hecho es aplicable a los contenidos en formato digital. Si bien, se han de tener en cuenta los aspectos diferenciales tanto en el diseño de los materiales como en la selección. Y, por supuesto, en las prácticas de lectura compartida en soporte digital. La demonización de los dispositivos digitales, en general, pero especialmente por parte de los niños y niñas, es injustificada. No me cansaré de decirlo (espero).