Retomamos actividad en el blog hablando de la nueva «ciencia de la lectura», a partir de un artículo de Rachel M. Cohen para Vox.
La definición de «ciencia de la lectura» -término utilizado por primera vez en la enseñanza de la lectura en la década de 1830- ha evolucionado a lo largo de las décadas. En la actualidad, se refiere, sobre todo, a la investigación cognitiva sobre lo que ocurre en el cerebro del lector. Y, a menudo, se utiliza para referirse a la necesidad de dedicar más tiempo en clase a la fonética, con un énfasis en el aprendizaje de la pronunciación de las palabras. Algunas investigaciones han demostrado que la mayoría de los niños y niñas necesita una enseñanza sistemática de la fonética desde las primeras edades para acabar leyendo bien.
A veces, los defensores de la fonética exageran los resultados de los estudios. Éstos han demostrado que la enseñanza de la fonética sólo es moderadamente mejor que otros enfoques. Y los expertos advierten que no hay que olvidar que, en el fondo, la fonética es un medio para conseguir un fin. Los programas que se centran demasiado en la enseñanza de las relaciones entre letras y sonidos y no lo suficiente en ponerlas en práctica tienen pocas probabilidades de ser muy eficaces. Además, no todo el mundo necesita una enseñanza explícita de la fonética en la escuela para leer bien.
Pero en lo que coinciden los expertos en lectura es en que la mayoría del alumnado -aproximadamente el 60%- se beneficia de una enseñanza más sistemática de la fonética. Especialmente, en preescolar, primero y segundo. Es probable que aumente el rendimiento medio en lectura de un centro escolar. Y podría ser especialmente útil para alumnado de entornos desfavorecidos o con problemas de dislexia.
A veces, se invoca «la ciencia de la lectura» para señalar lo que no se considera científico.
El ejemplo más destacado en la actualidad es una popular estrategia de enseñanza de la lectura conocida como «three-cueing» o MSV. Popularizados en los años 60 y 70, estos métodos animan al alumnado a fijarse en las pistas contextuales para adivinar el significado de palabras desconocidas.
Pero los estudios han demostrado que este tipo de enfoques predictivos son ineficaces para ayudar al alumnado a aprender a leer palabras concretas. Los lectores, en lugar de adivinar el significado de una palabra basándose en las pistas adyacentes, trabajan para descodificar las letras de la palabra desconocida. En general, los alumnos que recurren a las pistas comprenden el significado de un pasaje no lo han leído bien.
Estos debates en torno a la enseñanza de la fonética pueden llegar a ser polémicos. Sobre todo, en los últimos años. Muchos académicos sostienen que debería haber una definición más amplia e inclusiva de la «ciencia de la lectura». Una que abarque campos de investigación que vayan más allá del cerebro.
El problema es que tampoco sabemos aún cómo enseñar bien a leer.
Aunque muchos países se han movilizado para sustituir los planes de estudios mal valorados o prohibir los enfoques pedagógicos deficientes. Saber exactamente qué hacer en al escuela resulta difícil. Hay algunas respuestas provisionales; algunos enfoques pedagógicos funcionan mejor que otros. Pero las pruebas distan mucho de ser irrefutables. En general, no hay investigaciones sobre la eficacia de los materiales curriculares básicos para el aprendizaje de la lectura.
A medida que el profesorado se adentra en el curso 2023-24, deseoso de formar al alumnado utilizando los mejores materiales de lectura disponibles, tendrá que moverse en un gran marasmo de información, con la esperanza de hacer el mejor trabajo posible. Pero sin tener claro cómo. Y, mientras tanto, se mantienen los desacuerdos sobre qué estrategias de enseñanza utilizar en las escuelas, qué importancia debe darse a cada una, qué se considera evidencia y quién decide.
¿Qué opináis lectores y lectoras del blog? ¿Cuál es vuestra fórmula de éxito para enseñar a leer a vuestros alumnos y alumnas? ¿La compartís con nosotros? ¡Os leemos!
Imagen de Mohamed_hassan para Pixabay.