Una revisión del recurrente tema de la recomendación por edades en el marco de la producción editorial para público infantil y juvenil.
Hoy día, la consideración de la infancia como un sujeto social diferenciado así como la existencia de un sólido mercado de libros dirigidos a este sector de público son una realidad tan obvia que es fácil olvidar que estos dos fenómenos son bastante recientes y que se han desarrollado de forma interrelacionada. Se podría incluso afirmar que el cambio social en relación con el concepto de infancia es responsable de los cambios que se han producido en los libros para niños y niñas.
En el siglo XVII surgió la noción de infancia. En primer lugar, se reconocieron y se legitimaron unas necesidades infantiles diferenciadas de las de los adultos; y, en segundo término, se asumió la idea de que el adulto es el responsable de los aprendizajes de niños y niñas. A partir del siglo XVIII, comenzó a crearse una literatura específica para las primeras edades y se tuvo conciencia social explícita de la función educativa de este tipo de obras, lo cual puede relacionarse con la evolución del concepto de infancia.
Esta función educativa de los libros para niños fue precisamente la que favoreció la aceptación social del nuevo “producto”, aunque la industria del libro infantil y juvenil no comenzara a florecer hasta la segunda mitad del siglo XIX y su expansión definitiva no se produjese hasta la segunda mitad del siglo XX. En este proceso de ampliación, la literatura infantil y juvenil se ha consolidado como un instrumento socializador de nuestra cultura.
En este contexto, debemos plantear la lectura como un derecho. Facilitar el acceso libre y pleno del ciudadano a los libros es, a su vez, garantía para que la sociedad progrese, sin lectura es difícil que exista un pensamiento crítico y divergente. El lector no nace, se hace; pero el no lector también: nos hacemos lectores o no lectores con el paso del tiempo, a lo largo de un proceso formativo en el que interviene el desarrollo de la personalidad y en el que vivimos experiencias lectoras motivadoras y desmotivadotas, casi siempre, en tres únicos contextos: el familiar, el escolar y el bibliotecario, y en relación con distintos tipos de mediadores desde los padres hasta los bibliotecarios, pasando por la figura del docente.
En la promoción de la lectura, sobre todo cuando los destinatarios son niños o adolescentes, es muy importante esta figura del mediador, en tanto en cuanto es, casi siempre, el primer receptor de la obra, quien facilitará ideas y caminos para realizar las lecturas, también para elegirlas, porque el destinatario de la misma es todavía un ser en desarrollo, con poca experiencia de contacto consciente con los textos literarios, así como con una pequeña competencia enciclopédica. Aunque la decisión final en la elección de un libro la debe tener siempre el lector, creo que es oportuna una intervención mediadora que, con conocimiento de causa, aporte soluciones ante las dudas y facilite, en lo posible, la decisión en la elección de la lectura adecuada.
El mediador debe, por tanto poner al niño o niña en contacto con buenos y variados materiales, próximos a su mundo afectivo y a sus intereses, y con diferentes contenidos y estilos que le ayuden a desarrollar el gusto personal, y acompañarlo en su recorrido como lector durante la infancia; crear y fomentar hábitos lectores estables; orientar y favorecer la lectura voluntaria en todos los sentidos, entre los que se incluye facilitar la selección de lecturas según la edad y los intereses de sus destinatarios; y en estas circunstancias surge el reclamo de incorporar la recomendación por edades en los materiales de lectura para niños y jóvenes, con el objetivo de orientar al adulto mediador.
La cuestión es que cada lector es único e incomparable, y la recomendación por edades puede ser útil pero nunca ha de sustituir al conocimiento del lector. El lector es la razón de la selección de lecturas, que responder a sus gustos, intereses y necesidades, y adecuarse a sus niveles de competencia al tiempo que contribuye al desarrollo de sus capacidades y cualidades como lector.
“Hay un libro que para cierto lector vale la pena en determinado momento de su vida. Otros, para mí valen la pena hoy, pero no lo valían cuando tenía 15 años y probablemente no tengan valor a los 90 años. La relación de un libro con un lector depende de muchas casualidades. Es casi un encuentro amoroso. Uno no sabe qué va a causar esa atracción. El lector descubre en ese libro algo por primera vez que otro lector no descubrió antes. Así, el libro se convierte en otra cosa gracias a ese lector, de manera casi secreta.”
Alberto Manguel |
El tema (o los temas) en torno al cual gira una obra es importante en tanto en cuanto sirve al autor para desarrollar una idea central, canalizar sus intenciones y exponer su visión e interpretación del mundo, pero no la define. En su valoración tendremos en cuenta si es atractivo, interesante y tiene un tratamiento adecuado para el lector infantil y juvenil, si está bien documentado, los mensajes explícitos y los implícitos, la presencia o la ausencia de prejuicios, estereotipos… y su adecuación a la forma de la obra. Asimismo, es interesante considerar el grado de originalidad en su tratamiento.
En lo que respecta a los valores que transmite una lectura, se ha de considerar su aportación al enriquecimiento del lector (empatía afectiva, disfrute estético, conocimiento del mundo, desarrollo de la imaginación, enriquecimiento del léxico y de las capacidades de expresión y de reflexión…) y el cultivo de actitudes de respeto en relación con la persona, la sociedad o el medioambiente. Este hecho únicamente aumenta o disminuye el mérito del conjunto, nunca se ha de anteponer a su valor literario a la hora de definir la calidad de una obra, aunque si una obra no deja ninguna huella en el lector, sea ésta de carácter personal, social, estético, dice poco de sí misma.
Esperamos que estas reflexiones contribuyan a aporta algo de luz al recurrente tema de la incorporación de recomendación por edades en la producción editorial para el público infantil y juvenil.