Las experiencias de aprendizaje en el hogar, como leer, conversar, dibujar u otras actividades educativas realizadas en familia, desarrollan la atención y la adquisición de competencias básicas.
Hace un par de días hablábamos en este espacio de cómo la lectura en los primeros años de vida, previos a la escolarización, estimula la actividad cerebral y de cómo puede contribuir a reducir el impacto de la situación socioeconómica de las familias desfavorecidas. En esta línea se sitúa este otro estudio, que hemos sacado del baúl de los recuerdos, que concluye que las experiencias de aprendizaje en el hogar, como leer, conversar, dibujar u otras actividades educativas realizadas en familia, desarrollan la atención y la adquisición de competencias básicas, y pueden contribuir a un mejor desenvolvimiento de los niños y niñas con bajos recursos en el ámbito escolar.
Este efecto positivo de este tipo de actividades desarrolladas en familia puede ayudar a luchar contra una situación que hemos visto reflejada en gran parte de las investigaciones realizadas con escolares, que han concluido que los niños y niñas que viven en familias con recursos económicos limitados están peor preparados que el resto para comenzar la etapa escolar. Entre los diferentes aspectos relativos a la importancia de la preparación previa de los niños y niñas con bajos recursos antes de su incorporación al entorno escolar destaca el aprendizaje de la lectura.
Los resultados de la citada investigación, desarrollada por Eileen T. Rodríguez y financiada por la National Science Foundation fueron publicados en 2011. En ella participaron de más de 1.850 niños y niñas y sus madres, en familias en o por debajo del umbral de la pobreza. Los investigadores se trasladaron a sus residencias para recabar la información necesaria para la investigación durante varios años, cuando los niños y niñas tenían uno, dos, tres y cinco años de edad.
En sus visitas recopilaron información de diversa índole como la frecuencia con la que los niños y niñas participaban en actividades de alfabetización como la lectura compartida; la calidad de las relaciones de las madres con sus hijos; y la disponibilidad de materiales educativos en el hogar: libros infantiles, juegos didácticos, etc. A partir de estos datos, los autores del estudio midieron el número de palabras comprendidas y el conocimiento de las letras y las palabras que tenían los participantes a los cinco años.
A lo largo de esos años de trabajo, los investigadores también encontraron que características de los niños y niñas y sus familias, como las capacidades cognitivas en la infancia, la raza y el origen étnico de las madres, el nivel de educación, el tipo de empleo y los ingresos familiares del hogar, son indicadores clave para la predicción de cómo se desarrollará el aprendizaje temprano de los pequeños, por lo que se propuso ofrecer apoyo directo e indirecto a los padres y madres para proporcionar a sus hijos una mejor experiencia de aprendizaje en familia.
Fuente: Tendencias 21.