Muchos progenitores se preguntan cuándo empezar a leerle a su bebé. «Conviene empezar cuanto antes […], ya que es aconsejable que el futuro lector esté desde que nace rodeado de palabras«, afirma Gustavo Martín Garzo en sus «Instrucciones para enseñar a leer a un niño».
Muchos padres y madres conocidos me piden que les recomiende libros cuando tienen su primer hijo. En algunos casos, estas peticiones van acompañadas de frases como: «para cuando sea algo más mayor«, «para cuando empiece a leer«. En este momento, dependiendo del caso, suelo comentarles lo importante que es empezar a leerle a los niños desde que nacen. Incluso antes, desde el vientre materno.
Los arrullos, las canciones y las historias que el adulto le canta y cuenta al bebé le transmiten amor y cariño. También calman su intranquilidad y el malestar. Y satisfacen sus necesidades y deseos. Son, además, juego y diversión. Y contribuyen a fomentar los primeros aprendizajes, potenciar la capacidad de atención, de expresión y de comunicación, sientan las bases del aprendizaje de la lectura… Por si fuera poco, promueven el surgimiento de un vínculo especial del bebé con el adulto y con las historias y sus protagonistas.
Un nuevo estudio publicado en Child Development viene a confirmar, una vez, más estos hechos. A partir de los 6 meses de edad los bebés ya fijan su vista y pueden memorizar los personajes encontrados en los cuentos. Así pueden fortalecer su memoria y desarrollar el lenguaje. Esta es la principal conclusión de este estudio, liderado por Lisa S. Scott.
Reacciones de los bebés ante la lectura de distintos tipos de cuentos.
En la investigación se analizó la actividad cerebral de los bebés durante la lectura de cuentos con un planteamiento genérico y de otros protagonizados por personajes con nombre propio. La lectura de los primeros generó más actividad cerebral. Lo que demuestra que la lectura tiene un efecto directo en el desarrollo del cerebro de los pequeños. Involucra, además el desarrollo emocional a través del vínculo progenitor-bebé. Y expande el desarrollo cognitivo.
En esta práctica también influyen la prosodia, la entonación, las pausas, y el intercambio de miradas y gestos. Todos estos aspectos favorecen el desarrollo cerebral más que una lectura más neutra, pasiva, automática. La investigación también ha puesto de manifiesto la importancia de la relectura. Esta práctica lleva al mediador a fijarse más en la historia y sus protagonistas. Así, la transmisión del mensaje se refuerza y resulta mas eficiente.
Fuente: The Conversation.