La afirmación de que las niñas leen más que los niños es común en los informes de hábitos lectores (si bien se producen variaciones según géneros y formatos), ¿puede tener algo que ver que el mundo del libro y la lectura esté más representado por mujeres que por hombres? El autor británico de literatura infantil Jonathan Emmett así lo considera, a tenor de los resultados de una investigación que ha llevado a cabo recientemente.
Editoras, bibliotecarias, madres y abuelas leyendo a los pies de una cama… El mundo de la lectura está plagado de mujeres dedicadas a inculcar el gusto por la lectura en los más jóvenes. Según Emmett, su influencia en la producción editorial y en las selecciones y recomendaciones que hacen tiene un impacto negativo en el interés de los niños por la lectura, en tanto en cuanto evitan temas que podrían ser más de su interés.
Su opinión, que no puede por menos que llamar nuestra atención, está basada en los datos de un estudio en el que ha analizado cuatrocientas reseñas de obras infantiles publicadas en cinco medios británicos (algunos de los cuales solo publican recesiones hechas por mujeres). Si bien parece que también hay mucho de su propia experiencia en sus afirmaciones, su opinión es compartida por otros autores, como la reconocida Julia Donaldson, autora de la galardonada obra The Gruffalo, que considera que las editoras se equivocan censurando algunos aspectos en las obras dirigidas a público infantil.
A menudo se habla de la censura en la literatura infantil y juvenil, en muchos casos «justificada» por la función educativa de este tipo de literatura, dirigida a un público en formación; sin embargo, ¿puede esta «censura» tomar un cariz distinto cuando es llevada a cabo por mujeres? La pregunta queda en el aire, en un momento, además, en el que la polémica sobre los libros para niños y los libros para niñas está servida. Emmett parece tener clara la respuesta, nosotros no tanto.