El tiempo pasa. Y con él, nuestra experiencia como lectores digitales en soportes móviles aumenta. Al menos, en tiempo de dedicación. Los lectores frecuentes también observamos otros efectos. Hoy comparto mi experiencia personal. Y quizá tenga algo en común con quién quiera que esté leyendo estas líneas 😉
Hoy leía en la revista Wired la experiencia de Jason Parham como lector digital en soportes móviles. En su artículo, este reconocido editor y autor daba cuenta de la transformación que había sufrido su práctica en este soporte con el tiempo. Y me ha hecho pensar en que tiene algunos puntos en común con mi experiencia personal (aunque no vivo en Nueva York, ni me muevo habitualmente en metro, jajaja). Y me atrevo a decir que seguro que también con la experiencia de otros lectores frecuentes.
La práctica de la lectura digital en soportes móviles aumenta, evoluciona, y sus efectos varían.
La afirmación de que los dispositivos móviles han transformado nuestra forma de descubrir y consumir contenidos no parece que tenga ya mucha réplica. Para algunos lectores esto es muy positivo: tenemos todo un universo de lecturas al alcance la mano. Para otros, no. En mi opinión, no es necesariamente ni bueno ni malo. Es simplemente un hecho. Aunque si tuviera que decantarme por una valoración maniquea sería buena. Supongo que, en parte, porque se basaría en mi propia experiencia.
Cuando empecé a consumir contenidos en soporte móvil quedé atrapada. Solía coger mi teléfono y revisar las últimas noticias, los últimos posts, los últimos tweets… de forma compulsiva. Esta práctica me generó cierta necesidad de enterarme de las novedades la primera. Y también cierta ansiedad por manifestar antes que nadie mi opinión sobre ellas. Después de vivir esta experiencia atravesé una época de cierto rechazo. Supongo que me saturé, sin más. Y me alejé de la Red por una temporada.
Obviamente, con el tiempo, mi práctica de la lectura digital ha evolucionado. En ella he incorporado diferentes herramientas que hacen que mi puesta al día no me genere ansiedades indebidas. He añadido nuevos contenidos: ebooks, libros-app, audiolibros, podcasts… Y el teléfono se ha convertido en una herramienta indispensable, pero de la que no me siento esclava. Probablemente no todos los lectores hayan vivido la misma evolución, pero es un hecho que la práctica de la lectura digital aumenta, evoluciona, y que sus efectos varían. ¿No os parece? ¿Queréis compartir vuestra experiencia?