Las lecturas breves, fragmentadas… de consumo rápido y en formato audiovisual son las favoritas de los jóvenes.
Este hecho no creo que le sorprenda a nadie a estas alturas. Pero los porcentajes que empiezan a recogerse en los informes al respecto están adquiriendo unas dimensiones que están causando alarma. No me extraña. Las lecturas breves, fragmentadas… de consumo rápido y en formato audiovisual conllevan muchas ventajas. Pero la capacidad de lectura de textos largos es crucial para comprender problemas complejos y desarrollar habilidades de pensamiento crítico. Y sin estas destrezas la sociedad se verá gravemente afectada. Y esto son palabras mayores.
Sin embargo, la realidad es la realidad. Y en nuestro día a día la mayoría (jóvenes y adultos) recurrimos a las redes sociales en busca de informaciones que nos den idea de la actualidad de forma rápida. Y lo hacemos con poco tiempo, con lo cual, no profundizamos en el tema, no contrastamos diversas fuentes. En definitiva, un buen percal. Pero es lo que hay. Y con lo que los mediadores, autores, editores, bibliotecarios, profesores, tenemos que lidiar. Y, además, tenemos que hacerlo de buen rollito.
Algunos profesionales del sector del libro están dando pasos en la buena dirección. Muchos editores están probando servicios afines a estas nuevas prácticas (esperamos que con idea fomentar también a través de ellos estas otras lecturas dejadas de lado). Muchas, muchísimas bibliotecas están llevando a cabo excepcionales programas de ALFIN, AMI… para formar a sus usuarios. También hay ejemplos de programas de promoción de la lectura en esta línea. Y muchos entornos escolares están empezando a lidiar con el tema. Pero no es suficiente. Esto va muy rápido, y tenemos que tomar medidas para que nuestro potencial como lectores no se vea mermado. Porque lo hará si le ponemos límites.
«Lo que leemos, cómo lo leemos y por qué lo leemos, cambia nuestra forma de pensar», Maryanne Wolf.
Y no sólo respecto a la extensión de los textos, también respecto al tipo de contenido, el formato… Os invito a leer esta interesante reflexión de la investigadora Maryanne Wolf al respecto. Hay que contribuir de forma efectiva a la formación de lectores competentes, que conocen y se mueven entre todo tipo de textos, acostumbrados a leer en distintos formatos, avezados en surcar diferentes vías y canales, preparados para saltar de uno a otro cuando la lectura lo precise. Lectores capaces de descifrar todo tipo de códigos, de comprender los mensajes que nos transmiten, de enjuiciarlos y ser críticos con ellos. Si no, mal vamos.